Sobre el origen del lenguaje, hay un tal J.J. Rosseau, que apuntaba a "las pasiones" como desencadenantes de las primeras voces y por tanto como origen del nacimiento de las lenguas, en contra de los que abogan por que fueron "las necesidades" las que contribuyeron al nacimiento de las lenguas.
A "las necesidades", las postula como desencadenantes de los primeros gestos.
No va de antropología lingüística/cognitiva la entrada de hoy, pero me ayuda a poner énfasis en el tema de la pasión, las emociones, el placer...
Si escribimos, con más o menos fortuna, sobre un determinado vino es porque nos mueve exactamente eso, la pasión, en unos casos movidos por emociones placenteras, en otros casos nos mueve la cólera.
La cólera nos invita a hablar, por ejemplo, sobre determinados individuos, geómetras del vino, esos a los que "la necesidad" es la que les mueve a escribir, tipos sin "alma" y menos del vino. (A buen entendedor...).
Pero no vamos a escribir movidos por la cólera, en otra ocasión.
La pasión, las emociones e ilusiones embotelladas en este Zinca, son las desencadenantes, son el origen de una nueva entrada.
Si Rosseau estaba en lo cierto, nos siguen moviendo las pasiones por encima de las necesidades, aunque el nuestro no es el lenguaje de los poetas (Así denominaba Rosseau al lenguaje nacido de la pasión Vs el lenguaje de geómetras nacido de la necesidad), tampoco es el de los geómetras.
¿Siguen ahí?
Entonces, vayamos al vino, el objeto de placer (me tienta irme por las ramas con Freud...)
Este Zinca tinto sigue la línea del Zinca Bín de Ric Blanco, del que ya dimos cuenta aquí, no tan radical pero bajo el mismo concepto de vino artesanal y natural, mínima intervención en viñedo y bodega:
- Viticultura ecológica, sin uso de herbicidas, tratamientos con infusiones naturales de plantas y utilización a bajas dosis, de cobre y azufre.
- Fermentación en tinajas de barro.
- Embotellado sin filtrar ni estabilizar.
- Pequeñas y cuidadas producciones (961 botellas)
La base varietal de este vino es la Cabernet Sauvignon, procedente de viñedo situado en Almunia de San Juan, quizás acompañada testimonialmente por otras variedades como la Garnacha.
Después de la citada fermentación en tinajas de barro, el vino pasa 15 meses en barricas de roble americano, de ahí que el aspecto tan radical que presentaba el Zinca blanco, aquí quede más moderado.
A nivel visual presenta una limpidez excelente tratándose de un vino no clarificado ni filtrado, capa media.
En nariz destaca la fruta roja con una falsa apariencia inicial de madurez, que se acaba expresando como la unión de esa fruta roja, fresca, con notas lácteas, especias dulces, vainillas, ...
La fruta va acompañada de ahumados, balsámicos y notas arbustivas (romero,...)
No es, por tanto, una muestra más de los "maderones" que se hacen en la zona. Hay "cremosidad", pero no para tapar sino para acompañar todo lo demás.
En boca tiene un paso sedoso, volumen, fruta, buen equilibrio alcohol-acidez, en la retirada aparece cierta rusticidad y carácter, acentuada quizás por el día elegido para catar el vino (ciclos lunares del calendario biodinámico), tengo la certeza de que así es, testimonios de valor lo confirman.
Las emociones..., en definitiva, el placer de disfrutar de algo que va más allá de un contenido material encerrado en una botella, no nos alcanza a describirlo, eso requiere de poesía y ahí no llegamos.
Al abrir una botella de vino, siempre es aconsejable mirar más allá de lo que se tiene delante de las narices, al margen de paisajes y una manera de ser-hacer, las emociones/ilusiones también se embotellan. Como en tantos otros vinos y otros elaboradores, aquí también hay mucho de eso.
Chapeau Víctor.
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