7 de abril de 2017

Zinca Bín de Ric Tinto 2015, Almunia de San Juan

Zinca Bin de Ric Tinto 2015
Hace unos cuatro años, enviaba un correo electrónico a un tal Víctor Clavería, le pedía información sobre un peculiar vino que había descubierto en redes sociales, Dominio del Fanfarrioso, un Tempranillo de la Alpujarra almeriense en manos de un tipo, "aragonés", que dejaba las finanzas de lado y se dedicaba a esto de hacer vino.


Dominio del Fanfarrioso, "el vino sin etiqueta", un vino que destacaba por su característica y personal sencillez, fruta y equilibrio, en una zona (Almería) en la que eso era complicado de encontrar.


Gracias a aquel primer contacto, he tenido la suerte de probar mucho de lo que Víctor ha ido elaborando (de propio o en colaboración con terceros), desde tierras almerienses, pasando por Ligüerre de Cinca, ... para continuar con lo que sale de su propia bodega en Almunia de San Juan (Huesca).

Me gustaría hablar mal de algún vino suyo, dicen que eso da credibilidad en esto del vino, pero hasta el momento no ha habido ocasión. 

Las pretensiones y resultados de cada uno de sus vinos se encuentran en equilibrio y siempre dando, sobradamente, la cara en su franja de precios. Desde el más sencillo y reciente Fanfarrioso Joven, hasta sus elaboraciones (microproducciones) más artesanales culminadas con el magnífico Zinca Bín de Ric blanco 2014 (Coupage de Alcañón y Macabeo)


Fanfafrrioso - Zinca



Hoy hablo de lo último que ha llegado a mis manos, una de las 293 botellas del vino que da título a esta nueva entrada.

Se trata de un tinto procedente de dos añadas, 2014 y 2015. (Algunos claman al cielo con eso de mezclar añadas, salvo si lo hace Vega Sicilia y tampoco tienen problema en vaciar la cartera con los cuveé de la Champagne. Mientras no se trate de una práctica que busque sacarse el stock de malas añadas, no veo donde está el problema).


La Cabernet Sauvignon protagoniza el coupage con un 80%, más un 20% de Garnacha. 
Fermentación en tinajas de barro.
El vino procedente de la añada 2014 tiene una crianza de 24 meses en roble americano, mientras que el de 2015 ha pasado "solo" 12 meses en barrica.


Recién abierto y a copa parada, nos "asalta" un dominante aroma a coco,(cosa del roble americano) que se va atenuando e incluso, al día siguiente, nos da la sensación que ese coco evoluciona a pimienta rosada. (divagaciones, no hay relación entre las "sustancias" químicas que originan cada uno de los dos aromas, impresiones solo.)

Como decía, el coco va atenuándose para que aparezca la fruta (cerezas, moras, frutas rojas) sin excesos de madurez, en su punto, acompañada de ligeros balsámicos, notas de sotobosque y hierbas aromáticas (olor a campo). 

Agitando la copa, despiertan sensaciones de frescura, se acentúa la presencia frutal y los balsámicos, especias dulces se suman, aparece regaliz negro, la retama se define en ese sotobosque inicial, aparecen recuerdos florales y notas torrefactas.

Una nariz compleja, que da paso a una entrada en boca potente, con cuerpo, frutosa, buena acidez, con una tanicidad haciéndose la importante, ira reculando con más tiempo en botella. Largo en la despedida con ligeros amargos.

Si prueban a comer una cereza en su punto óptimo de maduración, y mantienen su hueso en la boca unos instantes, van a tener sensaciones muy cercanas al comportamiento de este vino en boca.

Un vino que se suma a la familia Zinca, escalando en complejidad y definición respecto al Zinca Tinto del que ya hablamos aquí, y del que en breve probaremos su versión 2015.

Resumiendo, es un vino para beber sin complicaciones o, como ha sido el caso, para recrearse (divertirse) llenando hojas de notas con todo lo que transmite, plasmando las dudas y reflexiones que surgen, aquí solo va un extracto. 

Un vino, si se quiere, para escuchar, para ver que te cuenta o para acompañar la "contemplación" sin más. (No hubo comida de por medio en ningún momento, no suele haber nunca).

Hasta el próximo vino. Salut!!